Fernando Torres está separado de la mamá de su hija (8) desde hace cinco años. Los primeros dos transcurrieron sin conflictos ya que en una mediación acordaron una tenencia compartida y hacerse cargo de los gastos en partes iguales. Pero todo se complicó cuando ella lo denunció -falsamente, como ya lo probó la justicia- por pegarle a la menor y el litigio se agudizó aun más cuando la madre decidió mudarse de la Ciudad de Buenos Aires a Quilmes y cambiarla de colegio sin su consentimiento, a principios de este año. Además, según contó, utilizó la pandemia del coronavirus como una excusa más para impedir el contacto con la menor debido “a que no estaba autorizado” para llevársela de su casa durante la cuarentena.
Esa especie de “limbo” judicial que reinó durante el primer mes del aislamiento forzó a muchos padres y madres a dejar de ver a sus hijos por temor a quebrar la ley y tuvieran que conformarse con llamados telefónicos o videollamadas.
Es que, en un principio, la Resolución 132/2020 dictada por la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación estableció que los menores debían cumplir con el confinamiento en el domicilio que funciona como su “centro de vida” y que sólo podían trasladarse una vez, sin posibilidad de alternancia.
Pero luego de que una jueza declarara inconstitucional la medida que impedía que los hijos de padres separados pudieran cambiar de casa, el Gobierno nacional dio marcha atrás y habilitó la posibilidad de que niños y adolescentes pudieran, una vez por semana, mudarse de la casa de un progenitor a la del otro.
“A pesar que el panorama ya está más claro, mi ex sigue teniendo dudas acerca de si me corresponde o no llevármela”, se lamentó Fernando, quien hace cuatro semanas no tiene contacto físico con su hija.
La mamá de la niña le pone como excusa que “está prohibido” ese traslado a pesar de las modificaciones que tuvo la resolución inicial y del Régimen de Comunicación Provisorio dictado por el Juzgado 4 de CABA que lo autoriza a estar con la menor todos los sábados.El arreglo consistiría que él la retira de la casa de su mamá después del mediodía, comparte con ella toda la tarde y la devuelve al domicilio seis horas después.
“Fui sobreseído en todas las denuncias falsas que me hizo mi ex y ella ahora está imputada por impedimento de contacto en la Fiscalía Norte de CABA y por desobediencia judicial,luego haber mudado en enero a la criatura a Quilmes cuando el juez se lo prohibió. La semana pasada, además, radiqué una nueva denuncia en la comisaría novena de Quilmespor desobedecer la última resolución ministerial emitida por la cuarentena”, señaló Fernando a Infobae.
Pero mientras espera que la justicia escuche sus reclamos y se tome su tiempo para emitir un fallo, los fines de semana transcurren sin poder verla y aumenta su desesperación. “Todo lo poco que logré lo tuve que pedir judicialmente Es una locura, pero me dan tan pocas armas para defender mi paternidad que hago lo que puedo con lo que me dan. Mi hija siempre me dice que quiere estar conmigo. Y eso consta en todas declaraciones que hizo y las pericias que solicitó la justicia”, remarcó.
A diferencia de Fernando, hay otros padres que sí eluden sus responsabilidades y se aferran de la cuarentena para no cumplir con sus obligaciones. Aunque parezca increíble, una mujer tuvo que recurrir a la justicia porteña para que ambos se alternaran el cuidado de sus hijas menores de 10 años en medio pandemia porque se encontraba desbordada y estresada al tenerlas todos los días con ella.
El padre sólo se relacionaba con las nenas por videconferencia y argumentaba que no podía verlas por temor a contagiarlas de Covid-19. La madre tuvo que explicarle al juez Adrián Hagopián, del Juzgado Nro 4 de CABA, que sus hijas estaban angustiadas por no verlo y ella, sobrepasada por el cuidado, su trabajo y las tareas de la casa.
Finalmente, el magistrado le ordenó al padre que volviera a cumplir con la alternancia del cuidado de sus hijas con la madre -tres y cuatro noches cada uno cada semana- mientras duren la cuarentena obligatoria y el receso escolar.
Hagopian es el mismo juez del caso de Fernando Torres. Por eso él dice: “Me gustaría preguntarle (al magistrado) ¿qué sentido tiene litigar durante años, que todos los fallos sean a mi favor, y que luego no se garantice el cumplimiento de las resoluciones porque la demandada es mujer?”, en alusión al fallo perentorio que dio cuatro días atrás en defensa de otra mujer.
Según datos de la Agrupación Argentina de Familiares por los Niños (AAFANI), una organización que promueve la custodia compartida igualitaria de hijos de parejas separadas y que lucha contra la obstrucción de vínculos, un millón de personas en todo el país se ven actualmente impedidas de ver a sus hijos a partir de denuncias de toda índole.
“En 2019 relevamos que se presentaron 15 denuncias, la mayoría por violencia psicológica, económica y física. Y de ese total, solo se confirmó el 5% de los casos con sentencia firme”, precisó a Infobae Adrian Marcelo Alfaro, miembro de AAFANI, en base a los datos recopilados del Observatorio de Violencia Doméstica de CABA y distintas organizaciones provinciales.
Entre las respuestas automáticas que suelen dar las personas ajenas a esta problemática, explica Fernando, está la de que «son unas semanas, o unos meses, esperá y luego lo/a ves, ignorando que la cuarentena para muchos de nosotros/as lleva años ya”. En ese marco, contó que iniciaron en las redes una campaña con el hashtag #NoMasHijosRehenes en cuarentena.
Alfaro, además, aclaró que la lucha de esta organización “no se hace desde un lugar de género sino haciendo foco en los derechos del niño”. Tal es así que, además de padres, la organización nuclea a muchas madres e incluso a abuelas impedidas de ver a sus hijos y nietos, respectivamente.
Una de ellas es Liliana, quien prefirió no dar su apellido para preservar la identidad de sus dos hijas de 11 y 16 años. “Hace tres años que no viven conmigo. El papá alegó que yo tenía insanía mental y que era violenta para llevárselas de mi casa. Y aprovechó la rivalidad natural que se dio con mi hija mayor en la adolescencia, que en ese momento tenía 13 años, para ponerla en mi contra”, relató.
Todo se desató cuando ella empezó a exigirle una actualización de la cuota alimentaria. “Más reclamaba y él más me reducía la ayuda económica. Imaginate que tuve que poner a mi auto a trabajar en una remisería para poder cubrir los gastos y después me tuve que mudar de Pilar a Capital para poder seguir dándoles el estilo de vida al que ellas estaban acostumbradas. No podía parar de trabajar”, resaltó con un poco de culpa.
Sobrepasada por la situación, las discusiones con su hija mayor se volvieron frecuentes y en una ocasión le dio una cachetada. Eso le valió una denuncia y que las nenas terminaran viviendo con él.
“Para no ir a juicio, me hice cargo de mis actos y acepté hacer una probation -que consistía en terapia psicológica- que ya cumplí”, explicó Liliana, quien desde agosto del año pasado viene solicitando un régimen de comunicación con sus hijas ante la justicia pero aún no prosperó “porque él no se presenta a ninguna de las audiencias”.
Cuando la mujer se enteró de que a fines de año pasado su ex había decidido mudarse de Tigre a Capital Federal se puso en campaña para averiguar a qué escuela enviaría a las nenas y así poder reencontrarse con ellas.
“La última citación en el juzgado fue el 11 de marzo y tampoco se presentó. Entonces el viernes 13, que fue el último día de clases antes de la cuarentena, fui hasta la escuela y los directivos me permitieron ver a mi hija menor durante media hora porque no tenían ningún impedimento legal para negarme el contacto con ella”, aseguró.
Hoy, con la vigencia del aislamiento obligatorio y sin muchas armas para seguir peleando, aceptó la mediación de un rabino para allanar el camino de la comunicación con su hija.
“Pedí que intervenga el rabino de nuestra comunidad y, gracias a él, que trianguló una llamada en conferencia con mi hija pudimos volver a hablar el lunes pasado. Así que estoy atada a los tiempos de un tercero para poder tener contacto con ella”, se resignó Liliana, quien en estos momentos desconoce dónde viven sus hijas: supo que volvieron a mudarse en plena cuarentena.