Especial / Universidad Torcuato Di Tella
Según un estudio del Hospital Garrahan, en el 80 por ciento de los casos la responsable es la madre.
El cine ha recordado en varias oportunidades al legendario Barón Von Münchausen, un mitomaníaco alemán del siglo XVIII que se hizo famoso por inventar historias fantásticas y sobrenaturales.
Pero no sólo la pantalla grande recoge la personalidad de este noble. También la ciencia se ha interesado en él, ya que podría ser el primer antecedente de trastorno facticio por poder, luego conocido como Síndrome de Münchausen, una extraña enfermedad que se caracteriza por la simulación de signos y síntomas patológicos en forma deliberada y premeditada por un familiar que tiene a su cargo la educación y cuidado de un niño.
Según un estudio publicado en la revista argentina Medicina Infantil del Hospital Garrahan, “en el 80,6% de los casos la madre resultó ser la responsable de simular o generar la enfermedad”.
En Estados Unidos se estima que el 2 por ciento de los infantes internados es sometido a análisis innecesarios y hasta a intervenciones quirúrgicas a raíz de esta patología, también conocida como síndrome de Polle -hijo del mentado Baron-, quien murió en circunstancias muy confusas. El riesgo de los chicos es mayor cuanto más conocimientos médicos tienen los “perpetradores” (quienes simulan síntomas en sus hijos). Las patologías pueden ser leves o fatales, y un 30 por ciento de los niños víctimas de los émulos de Münchausen, encuentra la muerte.
El jefe de Psiquiatría del Hospital Francés, Miguel Márquez, aseguró a LN/UTDT que en la Argentina el problema no es tan grave como en el país del Norte. Si bien no hay estadísticas al respecto, pudo precisar que durante este año atendieron sólo tres o cuatro síndromes de Münchausen”.
Las motivaciones que pueden inducir a un adulto a comportarse de esta manera residen en “el deseo de asumir el rol de enfermo a través de otra persona, buscar la piedad de la gente, o bien sacar ventajas en una interna familiar”, explicó Márquez.
En general, quienes cometen estos excesos son personas que sufren desavenencias conyugales y tienen antecedentes de maltrato sexual o físico, según el estudio.
Los autores del trabajo advirtieron que el trastorno facticio por poder es una grave forma de maltrato infantil, y que los médicos deben estar muy alertas a su detección.
Sorpresas
Durante la investigación, realizada por los profesionales del Servicio de Salud Mental del Garrahan, se analizaron 31 casos de niños -de entre 7 meses y 14 años- que fueron acercados a la consulta por síntomas relacionados con problemas gastrointestinales (67%), patologías neurológicas (48%), fiebre (32%), sangrado (28%) y trastornos infecciosos (12.9%).
Sorprendió a los pediatras que un padre pudiera inventar o fraguar muestras de orina, golpear a su hijo y relatar a los médicos los síntomas de una enfermedad que en realidad no existía. Pero algunos progenitores, según descubrieron, son capaces de mucho más. Este es el caso de un paciente que fue internado por una encefalitis ocasionada por suministro de depresores.
Se desprende de la investigación que la madre fue la responsable del 80 por ciento de las consultas por patologías inexistentes; el padre lo hizo en un 6,5 %; y ambos en un 9,7%.
“El perpetrador suele presentar severos problemas de personalidad que requieren atención psiquiátrica y psicológica. En estos casos, también es conveniente incluir en la terapia al resto de la familia”, comentó Márquez.
Entre 1991 y 1998, se internaron en el Garrahan 21 niños con síndrome de Münchausen, ya sea porque no se acertaba con el diagnóstico, o bien por la gravedad que presentaba su estado de salud.
Este tipo de maltrato infantil debe ser abordado por un equipo multidisciplinario. El trastorno facticio por poder es una enfermedad familiar que tienecomponentes clínicos y psicológicos graves, que merecen la intervención de la justicia para preservar la vida del niño, advirtieron los investigadores.
La directora del Centro Argentino de Psicoprofilaxis Quirúrgica, Griselda Vázquez, comentó a este medio que en sus 30 años de profesión nunca atendió este tipo de problemas, pero recordó episodios de violencia disfrazada.
“Solemos encontrarnos con padres que no pueden escuchar cuando el médico dice que aún no es el momento para operar al niño y, de todos modos, insisten -y a veces logran- que se realice la intervención. También, escuchamos con frecuencia el relato de los cirujanos sobre el elevado porcentaje de operaciones solicitadas por los padres en situaciones de crisis: divorcio, mudanzas, migraciones y duelos.”
Recién en 1977, el pediatra Roy Meadow describió esta entidad y sus síntomas, calificándolos como “increíbles”. Tanto como las extrañas historias del Baron Münchhausen.